¿Y Belice apá?

Más por necesidad que por gusto, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obradorparece en camino de dar un vuelco en su actitud de atenta indiferencia hacia la política internacional.

La necesidad surge de su relación con el entorno inmediato de México, Estados Unidos y las naciones del llamado Triángulo Norte: Guatemala, Honduras y El Salvador.

La reciente crisis en la relación con los Estados Unidos se debió al influjo de migrantes centroamericanos en camino hacia la frontera con los EEUU para pedir asilo. Solo que la actitud estadounidense es cada menos y menos leniente hacia los inmigrantes y muchos acabarán por quedarse en México. Se puede decir que son las relaciones más importantes para México, al margen de la grandiosidad y la elegancia que evocan las embajadas en Europa –Madrid, Londres y París incluidos– tan caras a nuestros políticos y al Servicio Diplomático.

Habría que citar a nuevos centros de poder, como Tokio, Beijing, Seúl o Nueva Delhi. Pero en todo país, las relaciones más importantes son con sus vecinos inmediatos.

Las relaciones más importantes para México deben ser Washington, La Habana, Guatemala y Belice, ese pequeño país frecuentemente ignorado, pero fronterizo con México: 193 kilómetros en tierra firme, miles en aguas compartidas en el Mar Caribe.

Es una nación que tiene problemas propios, en alguna medida similares a los de sus vecinos, pero también distintos, como corresponde a una nación de pasado colonial británico, parte de su territorio en disputa por Guatemala y sujeto a proceso en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, delincuencia organizada –narcotraficantes, contrabandistas– y recursos insuficientes para enfrentarlos.

Tiene frontera con los estados mexicanos de Quintana Roo y Campeche, que están hasta ahora sin más vigilancia y protección que en aquellas raras áreas con pavimento. Pero tiene también una colección de islotes o cayos tan escénicos y turísticamente atractivos como imposibles de patrullar adecuadamente, y menos con un país tan escaso de recursos.

Pero Belice no ha figurado, hasta ahora o públicamente al menos, en las conversaciones y propósitos de desarrollo regional del gobierno mexicano, aunque justo es reconocer que se anuncia al menos la negociación de un acuerdo de libre comercio entre los dos países.

Es cierto que el gobierno López Obrador mostró desde su inicio su preocupación por Centroamérica. Baste ver el acuerdo firmado el primero de diciembre de 2018, el mismo día que tomó posesión. Pero la realidad es que la atención política y mediática ha estado consumida, como siempre, por la relación con los EEUU y los incidentes del acuerdo que remplazará al TLCAN.

Y la verdad es que el giro que algunos querrían ver hacia lo externo puede ser una corrección no-declarada, pero igualmente importante, como reconocimiento de una realidad. Como Belice, que está ahí aunque no queramos verlo.

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS 

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