No fue del PRI, ni fue del PAN.

La estrategia de campaña del actual gobernador de Quintana Roo, Carlos Joaquín González, fue la denostación de su antecesor, el priista Roberto Borge,los señalamientos, sobre las corruptelas y abusos en dicha administración, fueron correctos, y los quintanarroenses, heridos por años de priismo abusivo, percibieron la oportunidad real del triunfo para un candidato que, sin temor, abandonaba su cuna partidista para salvar el estado.

Carlos Joaquín, abrió grandes expectativas para el mejoramiento del estado, pero no produjo los resultados prometidos. Sin el menor pudor, algunos de sus colaboradores, han amasado grandes fortunas, sin que esto le haya molestado en lo mínimo. Los índices de violencia colocaron al principal destino turistico de México, entre los estados más peligrosos y con mayor impunidad. Nada sustantivo cambió en estos seis años de gobierno joaquinista.

La calidad de la democracia en el país es deficiente, y la ideología nacional, siempre en busca del próximo Lázaro Cárdenas o Benito Juárez, crea un velo ideológico, que alimenta esperanzas irracionales, los partidos políticos aprovechan esto. Deliberadamente ungen candidatos que mantengan vigente esa esperanza, y lo de menos es que estos, representen los principios del partido que los apadrina. Hoy en día,el PAN, no ha mostrado el mínimo interés en la formación de cuadros políticos dentro de su militancia, que permita recuperar el lugar que tenían en la política nacional, y del que, de manera bastante cínica, se ha desmarcado el propio Carlos Joaquín, afirmando que nunca tuvo nada que ver con el blanquiazul. Porque nada más le hicieron gobernador.

Ningún partido en el poder ha generado las anheladas condiciones de igualdad social, que los mexicanos han buscado con su voto. Este fracaso ha alimentado el descontento de la ciudadanía, y a las pugnas dentro de los partidos por el control, se suma el arribo de figuras sin compromiso ideológico, que sólo buscan un trampolín que les permita saciar sus ambiciones, pasando encima de la militancia comprometida. El PAN en el estado, está indefenso ante la voracidad de Eduardo Martínez Arcila, que lo ha mancillado a cambio de enormes beneficios económicos, sus comparsas dentro del partido lo han permitido, recibiendo las migajas del festín presupuestal que disfruta el diputado con toda impunidad. Lo mismo pasó con el PRD, que fue exprimido por los clanesinternos, y cuando ya no dio más, cambiaron el coloramarillo por el guinda. El PRI que despreció al propio Carlos Joaquín, una y otra vez, ahora está en el filo deperder su registro.

Las expectativas sobre la democratización de México son cada vez menores, y a los partidos políticos no parece importarles, si bien el voto es importante en toda democracia, no resuelve todos los problemas, la agenda nacional debe construirse con una sana oposición, que atienda el interés público, por sobre la mezquindad de sus facciones. Mientras esto no ocurra, y los partidos no se ciudadanicen, seguirán siendo meros observadores de su deterioro y, por lo tanto, responsables de no haber hecho nada para evitarlo…