“El burro de Tulum”

La Nota Rosa
Por Flor Tapia

Nunca como hoy, el derecho animal ha cobrado tanta importancia en todos los ámbitos sociales. La política no puede ser la excepción y el debate acerca de la consideración moral de los animales hacia un marco político es inevitable y, de hecho, necesario. Si bien en la Ley de Protección y Bienestar Animal del estado de Quintana Roo se cuentan ya con las herramientas desde el marco legal para hacer valer sus derechos, no es así en la práctica. Y es que no deja de ser una aplicación marginal la que los funcionarios deciden tomar, cuando de sancionar a un maltratador se trata.

Las redes se ven inundadas a diario de denuncias, a falta de atención de las instituciones, de gente desesperada que sencillamente es ignorada al presentar una denuncia ante las instancias responsables de atender los casos.Basta recordar que durante la administración de Víctor Mas Tah, otrora presidente municipal de Tulum, la red hirvió ante la denuncia de un burrito al que obligaban a beber cerveza, a cambio de dinero. El asunto jamás se pudo resolver por la corrupción que mantenía dicha administración con el hotel que explotaba al animal.

La marginación política del tema de protección animal es evidentemente, por un lado, el desinterés de los actores políticos, a quienes sus pésimos asesores y su corta vista, no les alcanza más que para tomarse una foto con un perro, subirla a sus redes, esperando emocionados los likes que esta pueda generar. Y, por otro lado, la genuina ignorancia del tema, lo cual es tan indignante como dramático.

Se requiere de los políticos, un compromiso ético y una política contemporánea que abarque todo y a todos. A los animales también. Necesitamos vincular sus derechos y una representación y autoridad legitima para garantizar su justicia.

Es bien sabida la fragilidad de la relación del humano con los animales. Igual lo es la relación del político con sus gobernados. No exagero al decir, que los servidores públicos y los ciudadanos somos una suerte de enemigos naturales, por las pésimas prácticas de los primeros y el conformismo de los últimos. Pero aún estamos a tiempo de corregir el rumbo. Y Tulum puede dar este feliz paso.