A TIRO DE PIEDRA
Por Julian Santiesteban
No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla,
sino la negligencia del campesino
Confucio
En menos de una semana, en Cancún, seis unidades de transporte urbano fueron baleadas o quemadas, como advertencia del crimen organizado para que los concesionarios paguen el llamado “derecho de piso”; la información se ha filtrado a detalle a los medios de comunicación y es ahora del dominio público. Las únicas que no se han dado por enteradas son las autoridades, de ningún nivel. Ahí, en el oficialismo, se sostiene aun el discurso de que “vamos muy bien, los indicadores muestran que hemos mejorado en materia de seguridad”; se trata pues, de creerle a la violencia de todos los días, o al cinismo discursivo.
Desde el sábado anterior, la primera unidad fue quemada, tres hasta el lunes, una baleada el martes y dos más rafagueadas el jueves; hasta antes de estos últimos, no había ningún herido, pero en los más recientes ataques cinco usuarios del transporte y un chofer fueron alcanzados por las balas…y aun así, silencio total. Audios se han difundido en donde se advierte que deberán pagar y que, además, los criminales se encargarán de que la empresa Maya Caribe quiebre. Por cierto, dicha empresa ha retirado todas sus unidades de la zona hotelera de Cancún, por temor a este tipo de ataques. El columnista lo advirtió en el noticiero que conduce en Despierta Quintana Roo Multimedios, era cuestión de tiempo para que los usuarios fueran alcanzados por los proyectiles.
¿De qué mejoras habla el Ejecutivo estatal? Con la violencia a todo lo que da. Lo mismo asesinan a albañiles que se niegan a comprar droga o pagar “derecho de piso”, que queman las unidades de transporte urbano. Quintana Roo se ubica en el top 5 en asesinatos a mujeres, violencia y violaciones en contra de ellas. Los ataques a manifestantes y periodistas en Cancún o el asesinato de una centroamericana en Tulum han sido señalados como “hechos aislados”, pero han evidenciado las enormes deficiencias de los cuerpos policiacos, que lo mismo adolecen de capacitación, que de mandos efectivos o estrategias que funcionen. Aun así, de nuevo el discurso triunfalista: “los indicadores muestran que hemos mejorado.”
¿Y en procuración de justicia? Peor, la impunidad en Quintana Roo es del 97 por ciento, de acuerdo al Índice de Impunidad de México Evalúa; pero además, de acuerdo al World Justice Project presentado este martes, el estado aparece como el último lugar, en una escala del 0 al 1, apenas alcanza el 0.34 –Yucatán es el más alto, con 0.47-; y de nuevo ¿de qué mejoría hablan?
Más aún, en un comparativo simple entre el 2016, año de inicio de la actual administración, al 2020, el cuarto año de gobierno de Carlos Joaquín González, el incremento en la criminalidad es brutal, de acuerdo al Semáforo Delictivo nacional; por rubros: los homicidios se han incrementado en 352 por ciento; secuestro 137%, extorsión 480%, narcomenudeo 176%, robo a vehículo 277 por ciento; robo a negocio 267%, lesiones 165%; violación 249%; violencia familiar 315%; sólo el robo a casa a disminuido (de 2014 denuncias en el año 2016 a 1762 en el año 2020); y los feminicidios apenas se reconocieron en este gobierno –antes no estaba tipificado-, con 15 hasta el año pasado. En total, los crímenes se han incrementado un 210 por ciento en cuatro años. ¿Aún se quiere sostener el discurso de mejoría de indicadores?
La inseguridad es, sin duda, el pendiente nacional más importante, pero en Quintana Roo la acción institucional raya en el abandono, con un secretario de Seguridad “con licencia” como Alberto Capella Ibarra, señalado recientemente por el presidente del Observatorio Legislativo, Eduardo Galaviz, de ser protegido del emporio empresarial de Ricardo Salinas Pliego (gracias a eso, se adjudicó directamente a ese consorcio la construcción del C5 en Cancún, que además de tener casi dos años de retraso en su entrega, representó más un negocio, que un mecanismo de mejoría en la seguridad); pero además hay un encargado de despacho, Lucio Hernández Gutiérrez, que no tiene ni 3 años viviendo en la entidad y, de acuerdo al mandatario estatal, “no hay más perfiles” por analizar para la designación en el cargo. Así, el discurso de mejoría es insostenible, pero no sólo el discurso, la condición real tampoco lo será, no por lo menos en el gobierno de Carlos Joaquín González. El cambio, repite el escribiente, es insostenible hasta en discurso.
COMENTARIO MORBOSO
En 2016, el escribiente redactó una columna titulada “Pegarle al Segundo, las Campañas en Quintana Roo”, a propósito de los comicios que estaban por realizarse, por la vigencia del texto le comparte los primeros párrafos: “En los procesos electorales, cada candidato sabe, desde el principio de la contienda, sus posibilidades reales de ganar, y aun cuando todos utilizan un discurso de vencedores, los que parten rezagados tienen como objetivo posicionarse a sí mismos y sus partidos en el mejor lugar para la siguiente elección, ‘golpeando’ para ello al candidato que consideran es su inmediato superior en preferencias, pues ‘pegarle’ al primero es desgastar energías de manera inútil.
Pero además de lo anterior, quienes creen ir a la delantera, poco tiempo del proceso utilizan para atacar a sus contrincantes, confiados en que su poderío será suficiente para llegar a las elecciones y dejando lo señalados ataques a sus dirigentes partidistas…”; ahora bien, en este 2021, candidatos como Jesús Pool Moo se han dedicado a “golpear” y denunciar a Issac Janix Alanís, ¿será entonces que el que parecía favorito para derrotar a Mara Lezama Espinosa, en realidad se encuentra en un lejano tercer lugar? ¿Si así fuera, difícilmente logrará remontar lo suficiente para el triunfo? Si fuera error de estrategia, aún es tiempo de recomponer; si fuera acción por un diagnóstico hecho, el panorama no es nada halagador para el “panrredismo” y, si Morena sigue tan fuerte como aparenta, entonces desde ahora no hay nada qué hacer con rumbo a la elección que todos esperan, la de 2022, por la gubernatura de Quintana Roo; así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima.