Aline Kahindo Mukandala vive en Mangina, una localidad de la provincia de Kivu del Norte, enRepública Democrática del Congo. Hace unos meses, su madre cayó enferma y ella decidió acompañarla al hospital. Había contraído el virus del ébola. “Después de estar cuatro días allí, falleció. Dos días después, comencé a sentir escalofríos y frío por todas partes”, cuenta en un testimonio recopilado por Médicos Sin Fronteras (MSF).
La joven fue trasladada al Centro de Tratamiento de Ébola y dio positivo en los análisis de sangre. Pero, a diferencia de su madre, ella pudo curarse y ahora trata de ayudar a otros pacientes del centro. “Me siento muy agradecida. A las personas enfermas: no dejéis pasar la oportunidad de acudir a trataros”.
Kahindo es una de las 267 personas que han sobrevivido al ébola en los últimos meses, según los datos más recientes del Ministerio de Salud congoleño, vigentes hasta el 7 de febrero. Se cumplen seis meses desde que el Gobierno declarara el brote en las provincias de Kivu del Norte e Ituri, al noreste del país. Una semana antes se había dado por finalizado otro brote de una cepa distinta en la provincia de Ecuador, al oeste del país.
Desde entonces, se han registrado 791 casos de personas contagiadas con el virus, 737 de ellos confirmados en laboratorio y 54 probables. 492 personas han fallecido en este brote, de las cuales 54 muertes siguen bajo investigación para clarificar si están relacionadas con el virus y 438 están confirmadas. Las cifran han convertido la epidemia en la segunda más grave de la historia en número de casos, solo por detrás de la declarada en 2014, que se concentró en África Occidental y se cobró la vida de más de 11.300 personas.
En Congo, el brote sigue sin estar controlado y ha golpeado principalmente a las ciudades de Beni, Mabalako, Butembo y Katwa, en Kivu del Norte. Se trata de áreas densamente pobladas, no zonas aisladas, que nunca antes se habían enfrentado a la enfermedad, en un país que ha vivido otros nueve brotes en su historia desde la aparición del virus en 1976, en una zona delimitada por el río Ébola. De todos ellos, el actual es el más mortífero.
LA VIOLENCIA Y EL DESPLAZAMIENTO, ALGUNOS FACTORES
El último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apunta a un aumento en el número de casos desde el inicio de este año, mientras los investigadores trabajan para identificar lo que se conoce como “la cadena de transmisión”: hacer el seguimiento de quiénes estaban en contacto con los pacientes contagiados confirmados y quiénes estaban, a su vez, en contacto con estos contactos. El virus, que se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales, continúa avanzando, en primer lugar, por los movimientos de población que se producen en esta zona, lo que añade dificultades a la hora de dar una respuesta.
Estos desplazamientos también responden a la violencia que se vive en algunas de las zonas afectadas Kivu del Norte e Ituri, donde operan grupos armados. La inseguridad también explica que el brote aún no esté bajo control, al dificultar la respuesta médica. La OMS ha mostrado su preocupación por la existencia de “zonas rojas” a las que el personal sanitario apenas puede acceder y, por tanto, aislar a las personas enfermas y evitar los contagios, así como conocer la dimensión real del brote.
La provincia de Kivu del Norte lleva más de 20 años castigada por el conflicto y esto ha lastrado la confianza de la población en las instituciones, lo que a su vez ha provocado, en parte, la reticencia de las comunidades afectadas a “participar” en la respuesta al brote, apunta la representante de MSF, que trabaja para contener el brote bajo la coordinación del Gobierno congoleño.
MÁS DE 73 MIL PERSONAS VACUNADAS
En la respuesta al brote también ha jugado un papel importante el uso de la vacuna experimental rVSV-ZEBOV, que se encuentra aún en fase de investigación y aún no ha sido homologada. Desde agosto, 73.309 personas han sido vacunadas en total, según los últimos datos de la OMS, muchas de ellas profesionales de primera línea. “Es probable que [la vacuna] haya reducido la extensión del brote”, apunta Sailly.
“Hubo un antes y un después de 2014 en la respuesta internacional al ébola. Por ejemplo, la OMS ha tenido en Congo un papel mucho más presente desde el principio, o también en el acceso a fármacos, o a la vacuna”, sostiene Luis Encinas, experto en ébola. “Lo que no ha cambiado es que sigamos necesitando números grandísimos de muertos para poder alertar al mundo europeo y occidental, cuando el ébola no es un problema de África, es global. Hay interés, pero siempre llega cuando son números grandes”, sentencia.
ALGUNOS DATOS SOBRE EL ÉVOLA
La enfermedad por el virus del ébola es un enfermedad grave, a menudo mortal en el ser humano.
El virus es transmitido al ser humano por animales salvajes y se propaga en las poblaciones humanas por transmisión de persona a persona.
Los brotes de enfermedad por el virus tienen una tasa de letalidad que es de aproximadamente 50 por ciento. En brotes anteriores, las tasas fueron de 25 por ciento a 90 por ciento.
Las personas no son contagiosas hasta que aparecen los síntomas. Se caracterizan por la aparición súbita de fiebre, debilidad intensa y dolores musculares, de cabeza y de garganta, lo cual va seguido de vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática y, en algunos casos, hemorragias internas y externas.
Un buen control de los brotes depende de la aplicación de diferentes intervenciones, como la atención a los casos, las prácticas de control y prevención de la infección, la vigilancia y el rastreo de los casos, los entierros en condiciones de seguridad o la movilización social.
Fuente: Organización Mundial de la Salud (OMS).