Joana Maldonado
La Jornada Maya
Miércoles 5 de diciembre, 2018
El pasado 25 de noviembre se conmemora en el discurso y en las redes sociales el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia en contra de la mujer, pero en la práctica, la violencia de género se mantiene tan vigente como hace unas décadas, y en el colmo de los hechos, bajo la complicidad y cobijo de quienes deberían protegernos.
Exactamente una semana después de que institucionalmente los edificios se pintaran de naranja para decir “Ni una más”, en Chetumal nos conmociona el caso de una mujer víctima de una brutal e inaudita violencia que por poco le arrebata la vida.
Rolando C. debería estar preso; casi le quita la vida a Addisbel, a quien golpeó de tal manera que le provocó el estallido de glóbulos oculares, mandíbula rota, pérdida de piezas dentales y otras lesiones graves que la mantienen inconsciente en una cama de hospital.
Por si fuera poco, Addisbel, persona, mujer, madre de una niña, cantante y bailarina profesional, no sólo fue víctima de la violencia machista de un hombre que se valió de la fuerza física para violentarla, sino que éste, mediante tráfico de influencias a través de elementos de la Policía Estatal Preventiva, fue remitido solamente a la Policía Municipal para pagar una multa “la más alta” (justifica el director de la Policía Municipal Osiris Ceballos), por violaciones al bando de policía y buen gobierno al ser señalado por alteraciones al orden público.
Es el único delito menor que afrontó este influyente hombre que se aprovechó de su comodidad de varón, y quien seguramente nos lee desde lejos porque la “justicia” ya le dio el tiempo necesario para irse y extraerse de ella, mientras su padre se hace corresponsable de los gastos médicos de la mujer.
Como cuento de terror, eso no es todo: Addisbel, ha estado en boca de todas y de todos, no por el hecho de haber sido golpeada y víctima de tal bajeza; se ha hablado de ella porque es “extranjera”, porque es “la bailarina”, porque es “la amante”, porque es “la cubana”, porque “quien sabe qué hizo para desatar la furia de ese hombre” , y porque así nuestra sociedad machista justifica la violencia que nos afecta a ocho de cada 10 mujeres en México.
En suma, se habla de ella porque fue exhibida –desnuda, casi moribunda, con la cara hinchada de los golpes recibidos y tirada en el piso– en diversos sitios informativos carentes de respeto a su dignidad, a su calidad de víctima, de persona, de mujer.
Escuchar a un locutor de radio anteponer frases como “no era su ex esposa, es su amante, confirmado, es una de las personas que va a visitar a la señorita a su casa”, ha sido lo más deplorable de estos días, por la falta de empatía con la víctima, con su familia y amigos.
Apelo a la ética, responsabilidad y compromiso con los medios públicos porque de sus comentarios emana la opinión colectiva, porque ponderar la circunstancia de una víctima antes que el hecho, es re victimizar a la persona, fuere quien fuere, porque estamos a años luz de ser empáticos con el sufrimiento que nos es ajeno y porque es la muestra más significativa de que un cambio de gobierno no será nunca suficiente para salvar a un país decadente en sus valores y acciones.
Y por último, como miles de mujeres, exijo justicia para Addisbel y que el caso sea un precedente para que nunca más una fémina sea víctima de violencia machista, víctima de un sistema ineficiente y corrupto y víctima de la ignorancia.