Carlos Macías (CIESAS). Antes de analizar algunos escenarios emergentes dentro de la agenda pública en Quintana Roo, venga algo de memoria acerca de la creación del estado.
Conviene recordar que la transición de territorio a estado (1974) transcurre simultánea con al menos dos grandes preocupaciones entre gobernantes y gobernados:
• La demanda añeja de los quintanarroenses para lograr inclusión en sus asuntos públicos (carecían de representación municipal desde 1928; tenían por lo regular un gobernante foráneo, designado por el presidente de la República, desde principios del siglo XX); y
• La reserva manifiesta acerca de posibles efectos de “desnacionalización” ante el despliegue de programas federales de fomento turístico en Cancún (en sentido económico y cultural).
Introducción: el resorte simbólico
Acerca de la vigencia de esta última inquietud de “desnacionalización”, conviene tomar como botón de muestra una expresión en retrospectiva empleada por el último gobernador (tabasqueño) del territorio de Quintana Roo, David Gustavo Gutiérrez:
“La crítica feroz de que podía desnacionalizarse México tiene incluso una vinculación con la vida municipal. No olvides que el municipio donde está enclavado Cancún no se llamó municipio Cancún, se llamó municipio Benito Juárez. ¿Por qué? Porque queríamos significar que era una parte esencial del territorio mexicano con el nombre de uno de los próceres nacionales más importantes. La figura de Juárez, qué mejor cobertura para hacer sentir que era el territorio nacional.” (“La transición de territorio a estado. Testimonio de un protagonista: David Gustavo Gutiérrez”, entrevista de Efraín Villanueva Arcos, en el libro: Quintana Roo. Vitalidad histórica y despliegue contemporáneo, tomo II).
Cancún, Caribe Mexicano, zona maya de la costa oriental, ¿qué nociones o qué sectores concretos amagaban “el territorio nacional” de Quintana Roo -de acuerdo con el gobernador tabasqueño David Gustavo Gutiérrez-, como para haber acudido a la nomenclatura oficial, juarista?
Resulta que esa expresión simbólica que acompañó a la recreación municipal en Quintana Roo (Benito Juárez, Solidaridad), se ha enlazado siempre con la preocupación acerca de la sustentabilidad (o, en su caso, fatalidad) que adoptan las decisiones políticas.
El tema no es ocioso, porque estuvo presente también en la coyuntura para dar vida a instituciones municipales. Tomamos el caso de Playa de la virgen del Carmen(‘Solidaridad’), aquel asentamiento creado y bautizado por el gerente de la Compañía Colonizadora de la Costa Oriental, en 1908:
“Lo dije y lo ratifico, y mientras viva lo voy a decir -advirtió David Gustavo Gutiérrez-. Es como si Luis Echeverría en vez de ponerle Benito Juárez le hubiera llamado «Arriba y Adelante». Solidaridad era el grito de guerra de Carlos Salinas. Así, le pusieron Solidaridad a Playa, indebidamente, por congraciarse con Salinas. Se olvidan de que los presidentes cambian cada seis años.” (Idem).
¿De qué Caribe Mexicano hablamos?
Esas figuras simbólicas que han reflejado preocupación por la formación institucional y por la cultura local quintanarroense, van más allá de un desplante nacionalista (patria versusmatria) o de una aspiración por priorizar las decisiones sustentables.
Hoy en día, aún apreciamos en algunas políticas culturales cierta ambigüedad cuando se trata de levantar la bandera de pertenencia quintanarroense hacia el Caribe: el Caribe Mexicano.
Esto es, suelen acentuarse conceptos que subrayan la herencia de las potencias coloniales y de África en las Antillas, así como la historia compartida fronteriza, manifiesta en las edificaciones de madera y en la estética colonial británica.
Esa expresión caribeña corresponde a una influencia colonial, y es además muy tardía en el proceso de configuración de la costa oriental de Yucatán, el histórico Caribe Mexicano.
Expresada como una hipótesis de trabajo, podríamos señalar que el más apropiado enfoque sobre el Caribe Mexicano, el que de veras se dirige a atender la pertenencia caribeña de Quintana Roo, es el enfoque centrado en la cultura maya.
Digámoslo así, la plataforma cultural maya es la más genuina expresión del Caribe Mexicano. (En la sección final, el lector podrá ver la fundamentación de esta idea).
Vamos por partes.
2018: los tabasqueños estarán de vuelta en la Península
La primera generación. La presencia influyente de los tabasqueños en la Península data de la fase carrancista. (No es de considerarse, desde luego, el protagonismo de José María Pino Suárez, porque este oriundo de Tenosique arribó a Mérida desde la adolescencia).
Hubo un periodo en que los grupos políticos de Tabasco y Yucatán convergieron para mostrar mayor fortaleza regional frente a Venustiano Carranza, y ése correspondió a la coyuntura 1919-1920.
Bajo la sombra del gobernador tabasqueño Carlos Green, los entonces jóvenes (primos) Tomás Garrido Canabal y José Domingo Ramírez Garrido ocuparon cargos de primer orden en ambos estados.
(José Domingo Ramírez Garrido era oriundo de Macuspana. Había alcanzado el grado de general. Sus nietos son Graco y José Domingo -también divisionario-).
Garrido Canabal y Ramírez Garrido se incorporaron de lleno al grupo obregonista que gobernaría el país a partir de mayo de 1920.
El tabasqueño Tomás Garrido Canabal ocuparía por algunos meses la gubernatura de Yucatán, apuntalado por los socialistas, aliados del obregonismo.
Recuérdese que el territorio de Quintana Roo había sido suprimido por Carranza en 1913 (se integró a Yucatán, como “Partido”). Dos años más tarde le fue reintegrado el estatus territorial.
Ramírez Garrido era un ilustrado, de origen periodista, que se había sumado de forma temprana a la causa anti reeleccionista.
Había sido colaborador cercano del general Alvarado en Yucatán-Quintana Roo (Batallón Tabasco). Por ello fungió como Inspector de Policía en la Península.
Cuando vinieron las desavenencias de los tabasqueños con los socialistas peninsulares, Ramírez Garrido iría a la ciudad de México a ocupar el mismo cargo de Inspector de Policía en la segunda mitad de 1920.
En cambio, los socialistas yucatecos se consolidarían en su estado de la mano del otro tabasqueño aliado, primo del anterior: Tomás Garrido Canabal.
La estadidad quintanarroense en la cuna
La segunda generación. El 31 de diciembre de 1970 falleció el gobernador del territorio de Quintana Roo, el hidalguense licenciado Javier Rojo Gómez. Estaba a punto de ser ratificado como gobernador por el flamante presidente Luis Echeverría.
Meses atrás, el Banco de México había creado Infratur (Fideicomiso de Infraestructura Turística), para impulsar diversos sitios en el país, dentro de los cuales el más destacado resultó ser el Proyecto Cancún, suscrito por Infratur en 1972, con respaldo crediticio del Banco Interamericano de Desarrollo.
Al morir Rojo Gómez, Luis Echeverría confió al tabasqueño David Gustavo Gutiérrez (Economía, UNAM) la responsabilidad para encabezar el gobierno del territorio y activar los planes de fomento turístico.
Los trabajos que mantuvo el Banco de México a finales de la década de 1960 para analizar opciones factibles de capitalización para el país, con recursos externos, obedecieron a una lógica de política monetaria básica: iban en pro de reforzar la añeja paridad del peso frente al dólar. Finalmente, el peso perdería lastimosamente la paridad tradicional de 12.50 frente al dólar, luego de 22 años de vigencia, justo al final de ese sexenio (1976).
El balance de gestión del tabasqueño David Gustavo Gutiérrez en Quintana Roo, ha sido visto por cronistas e historiadores como positivo, en la medida en que posibilitó la transición de territorio a estado, en términos relativamente tersos en lo interno, y puso su grano de arena en la primera etapa del Proyecto Cancún.
En el 2018 se abre una nueva etapa de cooperación con actores tabasqueños, tanto en el gobierno federal, como en la arena de gestión o representación interior.
Empiece usted, a la de ya, a perfilar a los actores locales y centrales tabasqueños que incidirán en Quintana Roo, y a sus instancias de representación.
Reajuste de intereses legítimos en grupos tradicionales y emergentes
El resultado reciente de las elecciones en el estado, como en el país, llevará a un nuevo equilibrio, un reajuste en las representaciones municipales y en la cámara de diputados.
Estamos tentados a afirmar que nuevas voces figurarán en los diarios con mayor asiduidad, nuevas maneras aparecerán para procesar las diferencias.
Pero matizamos. No es precisamente que la mayoría sean nuevos actores políticos, es que en el escenario interior asistimos a nuevas e insospechadas adscripciones partidistas (al menos no imaginadas hace un par de años).
Por lo demás, la facilidad que ofrecen las redes y la accesibilidad para crear sitios en internet, atraen a nuevos interesados en la difusión informativa. Quintana Roo y el país requieren de una prensa independiente, sostenida, calificada por sus lectores.
A ello hay que agregar que si la población de Quintana Roo ha mostrado una alta inmigración en general, con mayor acento ello ha estado presente en los estratos con formación profesional. No es casual que encontremos profesores que provienen de otros estados (es común).
También es común apreciar que en el diseño de proyectos periodísticos, en la producción de los medios de información, ese proceso inmigratorio se haya revelado acentuado, y que su integración a la opinión libre, independiente, madura y constructiva, haya sido lenta, diríase accidentada.
La creciente visibilidad de los medios también habrá de llevar a los lectores a conocer y a discernir la calidad en la información, y a desestimar los titulares superficiales.
La vida política de Quintana Roo (como la del país) merece medios de calidad maduros, medios que -en estado ideal- puedan sobrevivir por sí mismos.
El litigio por una mayor infraestructura es el mejor litigio: Tren estatal, Tren federal
En gran parte de estos 44 años de vida como estado, el rasgo más singular de los actores políticos quintanarroenses había sido la adscripción disciplinada, piramidal, en torno al gobierno y a una matriz partidista.
Estimamos que había dos elementos que aceitaban esa máquinaria de gobernabilidad, porque garantizaban tarde o temprano la movilidad de los participantes: la disciplina y la experiencia (en especial, en el contexto de la red de participación). La tradicional conseja cobraba vigencia: el que se mueve (a destiempo) se priva de aparecer en la foto.
Por ciertas sutilezas derivadas de la tardía obtención de la estadidad (escasa experiencia democrática y de representación municipal), diríamos que el PRI de Quintana Roo siempre fue distinto al PRI de otras latitudes.
De alguna manera, el PRI de Quintana Roo era una escuela política. La forma de integración y permanencia en la matriz partidista quintanarroense (PRI) no se definía de modo central como ideológica, sino más bien como pedagógica, pragmática.
Por tanto, en un contexto de dispersión de ex aliados, no extrañaría que los términos del diálogo para el impulso de proyectos -y la propia coordinación federal y estatal- resultaran promisorios en el muy corto plazo (eso sí, siempre y cuando no estemos en temporada electoral).
Todo ello, creemos, ayudará a armonizar los planes federales y estatal (por ejemplo, el TrenMaya transversal Cancún-Palenque, y el Tren Cancún-Tulum), por lo que no descarte el inicio de la construcción de la ruta Riviera Maya en un plazo corto-mediano.
Pejenomics versus Caribenomics
Hace algunas semanas, publicamos aquí un artículo donde contrastamos el proyecto federal Tren Maya con el proyecto estatal Tren Cancún-Tulum. No se había difundido información en detalle al respecto.
Por el lado federal, nos basamos en la información del documento Pejenomics: el Tren Maya, como un plan para “detonar proyectos regionales inclusivos y respetuosos con el medio ambiente”. (Véase nuestro artículo sobre las características del programa económico de Andrés Manuel López Obrador, y los retos inmediatos que afrontará).
Pero por el lado estatal, en consulta en línea, apreciamos el avance de la alternativa terrestre llamada Tren Cancún-Tulum, para distribuir el fuerte tráfico de pasajeros del aeropuerto ampliado de Cancún al lindero sur de la Riviera Maya (Tulum).
Señalamos que aunque la ejecución de una obra así resulta de suyo compleja, porque las etapas y las fórmulas de financiamiento suelen ser intrincadas, no cabe duda que esta obra -de realizarse- impulsaría una conectividad moderna, plausible, imprescindible.
Apreciamos una inversión individual, cuyo monto -creemos- no cuenta con antecedentes, hasta ahora, en tierra peninsular: 40 mil millones de pesos.
El sistema ferroviario proyectado tocaría en su trayecto cuatro municipios: Benito Juárez (Cancún), Puerto Morelos, Solidaridad (Playa del Carmen) y Tulum.
Se trata de construir y operar una vía férrea, a lo largo del corredor turístico (Cancún-Tulum) que cubre una distancia de 126 km.
Se plantean al menos dos estaciones intermedias en los principales centros poblacionales, con destino al Aeropuerto Internacional de Cancún.
La construcción se proyecta en dos etapas: la primera Cancún-Playa del Carmen; la segunda Playa del Carmen-Tulum.
No desvincular la solución ferroviaria de la solución aeroportuaria (sur de Tulum)
Apuntamos que el sistema ferroviario es pertinente, porque contribuye a resolver el problema que plantea la alta demanda de desplazamiento eficiente de los visitantes en la costa centro norte quintanarroense. Se espera que facilite de modo eficaz la movilidad de personas.
Pero también subrayamos que permanecerá el desafío que plantea la tendencia a la masificación en la recepción y salida aeroportuaria, en el nodo de Cancún.
En este punto, debemos indicar que estimamos que tarde o temprano las autoridades estatales y federales habrán de considerar la instalación de un aeropuerto en algún lindero sur de Tulum, tierra adentro, hacía la ciudad de Carrillo Puerto.
Un aeropuerto que no sólo incentive la ocupación en la Riviera Maya, sino que intermedie e interactúe -con equidad– en la sureña Costa Maya; que haga participar a otros actores regionales del centro del estado, quienes finalmente están destinados a permanecer con alta exposición a los servicios ampliados que demanda el flujo turístico.
Una terminal aérea que limite el impacto que tiene Cancún (se intensificará), que le aminore el cuello de botella múltiple: de transporte, de conectividad, de tráfico, ambiental, sujeto al control corporativo, renuente a la sustentabilidad y -a futuro- anclado en la zona hotelera.
Aunque los sectores económicos y corporativos más influyentes del estado están anclados al destino de las ‘n’ terminales del aeropuerto Cancún, cualquier proyección acerca del crecimiento del tráfico aéreo en toda la región no parece transmitir un patrón manejable en el largo plazo. Por tanto, los intereses económicos, corporativos y sindicales ahí se reforzarán (a la sombra de la gigante concesionaria Aeropuertos del Sur, ASUR).
El uso del aeropuerto de Cancún, como se ve en el cuadro de arriba, ha observado una trayectoria invariablemente ascendente.
El sistema de educación superior
Quintana Roo fue el estado que creó en forma más tardía una universidad pública.
Sin embargo, de 1991 a la fecha han proliferado sucesivas instituciones de educación superior a cargo -en gran parte- del presupuesto estatal, que fueron impulsadas en coyunturas específicas y en acuerdo con dependencias federales -en algunos casos- distintas.
No es aventurado afirmar que, por su origen heterogéneo, no pudieron ser concebidas como parte de un sistema estatal (complementario, funcional) o, al menos, con una estrategia expresa para propiciar la inter actuación de modo asociado (en cuanto a disciplinas y programas a impartir).
Los niveles salariales de la planta académica y de los funcionarios son, incluso, disímiles. Las instituciones que se crearon primero poseen, en apariencia, mejores condiciones.
La oferta de programas educativos -sin tratarse de instituciones autónomas- se ha generado en gran parte merced a una comprensión y una lógica -y esfuerzo- interiores.
No basta, por ejemplo, inspirarse en un modelo basado en competencias (si fuera ése el caso), para asegurar que las instituciones comparten diagnósticos del mercado laboral y de la actividad económica regional, ni que éstas guían y actualizan de modo cíclico sus planes y programas docentes.
En el caso de la política hacia la educación superior y la política científica (investigación e innovación), como en el caso de la política cultural, creemos que no hay mejor estrategia que generar una vinculación con cobertura -incluso- peninsular, que permita compartir y detonar fortalezas inter institucionales en áreas disciplinarias específicas, en docencia y en investigación.
Tal apertura hacia la colaboración interinstitucional con enfoque peninsular podría, incluso, repercutir en la mejora de la mezcla de ingresos externos a través de proyectos, en beneficio de una mayor vinculación con aquellas entidades que requieren los servicios universitarios.
Apenas un ejemplo de ello podría ser la inminente zona económica especial en el norte de la Península, una región compatible con el trabajo de las instituciones formadoras de recursos humanos especializados quintanarroenses, un polo de atracción laboral que se concentrará en la generación de tecnologías de información. Después de todo, las instituciones de educación superior forman jóvenes, para que éstos se incorporen con perspectivas favorables al mercado laboral.
Al tratarse del arribo de inversión extranjera en la zona económica especial (con exención de impuesto), es evidente que Cancún y Playa del Carmen podrían ser ciudades de interés para el uso -y quizá vinculación- de los negocios orientados al turismo con esa actividad tecnológica no contaminante. (Véase, para mayor detalle, nuestro artículo previo sobre infraestructura y zona económica especial en la Península).
Habría que proyectar el impacto que ello podría tener en la demanda de egresados quintanarroenses en áreas relacionadas con sistemas distribuidos, ciencia de datos, codificación y el conjunto cada vez mayor de lenguajes de programación (desde JavaScript y Rust, hasta Phyton y C++).
En un artículo previo hemos escrito acerca de un modelo de sistema de educación superior e investigación en consorcio posible.
A la distancia, parece una buena noticia la gradual conversión de la Universidad de Quintana Roo -luego de 27 años- en un virtual sistema universitario, con presencia estatal. La próxima inauguración en Cancún así lo hace prever. Podemos decir que todos los rectores de la UQROO han colocado su grano de arena desde agosto de 1991 para contar finalmente con el sistema que prefiguró el Decreto de Creación.
La coyuntura es propicia para renovar el brío que caracterizó a la Nueva Universidad Mexicana en su fundación, y que con el tiempo pareció palidecer.
Nos referimos a la imprescindible necesidad de relanzar contenidos humanísticos (programas, cursos, investigación), con alta pertinencia social, que contribuyan a revalorar la plataforma cultural regional.
Existen muchas variables críticas que lo aconsejan (la de seguridad es una de ellas), y no solamente nos referimos a programas con fines curriculares. No toda la estrategia debe basarse en la reducción y en la acción de corporaciones de seguridad, creadas o especializadas ex profeso.
Al contrario, revitalizar por medios creativos el capital cultural e histórico, socializar programas prácticos de uso del maya, revalorar la herencia humanística propia por conducto de circuitos in situ: familiares, juveniles, deportivos, gastronómicos, festivos; estimular en espacios urbanos aquellos escenarios que se muestren como extensivos de la matria, filiales, finalmente cercanos.
Por otro lado, debido al conjunto de reciprocidades administrativas, presupuestales, programáticas -y por la condición de la política local: entorno de nueva gobernabilidad-, desde nuestro punto de vista habría que analizar con detenimiento, sin prisa, la conveniencia de la autonomía de la UQROO en los tiempos que corren.
Es preciso colocar en contexto las expresiones en pro de la autonomía que se dan la UQROO. Es evidente que éstas responden a un pasado sistemático que no ha valorado las expresiones internas en cada designación de rector.
El hecho de que los representantes no académicos de la Junta Directiva tengan mayoría para asumir las decisiones colegiadas que llevan a la designación del rector, no debería ser motivo para desestimar las propuestas internas, como lamentablemente ha ocurrido hasta ahora, de modo sucesivo.
A pesar de ello, en nuestra modesta opinión, el tema de la autonomía no es una concesión que deba “arrancarse”, como se hacía en épocas de régimen de partido predominante.
Será, en todo caso, una medida de consenso, que debe mostrar sus virtudes en cuanto a racionalidad de gasto, robustez y representatividad de los órganos internos, idoneidad del entramado normativo para la generación de recursos externos (¿se acabarán los fideicomisos?), entre otras.
En un contexto de buena gestión estatal, a la entidad le es útil una universidad estatal cercana, con la cual pueda dialogar, mantener alta interacción cotidiana y una cooperación activa en proyectos y acciones. Ambiente de corresponsabilidad, con la vista puesta en la actividad académica.
Enfoque caribeño con un decidido énfasis maya
Recuperamos la idea con la empezamos este texto.
Si de Caribe Mexicano hablamos, no hay Caribe más prolífico, más dilatado (siglos antes de los procesos de negritud), con mayor presencia (por la Península, el oriente de Guatemala y el norte de Honduras), que la cultura maya (siglo XVI: llámese Bacalar, Xelha o Zamá, sólo por mencionar algunos asentamientos representativos costeros).
Ésa es la plataforma cultural caribeña con la que México y, en particular, Quintana Roo -creemos- debiera mostrarse hacia los países vecinos de la región insular.
Con información de El Mercado.