Por Carlos Barrachina Lisón
21 de abril 2018
En México las cosas deben cambiar después de las elecciones de julio del 2018. La impresionante corrupción de las estructuras partidarias, especialmente en las entidades locales; unido al desencanto generado por una gobernabilidad nacional complicada, que ha sido puesta en jaque por el crimen organizado, y por los grupos de poder tradicional; está haciendo tronar al sistema.
MORENA no es la solución. Es parte del problema porque comparte la cultura política, el autoritarismo, y las formas tradicionales de hacer política. Sin embargo, las ganas de cambio de la mayoría de los ciudadanos, van a llevar a que Andrés Manuel sea el próximo Presidente de la República. De la misma forma que en muchos estados los que prometieron “cambio” no alcanzaron a cumplirle a los ciudadanos, porque ni siquiera lo intentaron; tampoco esto va a suceder a nivel federal, porque AMLO es más de lo mismo.
¿Qué es lo que toca entonces? Construir opciones locales democráticas al interior de los partidos tradicionales, que entiendan que los tiempos tienen que cambiar. No creo que nuevas siglas aporten nada nuevo, porque se integran al sistema con gran facilidad.
Ello no es nada sencillo: los grupos de poder son los únicos que pueden financiar campañas políticas. Buena parte de la ciudadanía sigue prácticas clientelares y quiere que le compren el voto. Mientras este circuito no se rompa, las cosas no van a salir de este círculo vicioso.
Los gobernadores son virreyes, y lo seguirán siendo. Voraces y hambrientos de poder.
Los poderes reales han de darse cuenta, que no ganan nada manteniendo a la misma clase política reciclada. El descontento de la gente va en aumento y es urgente encontrar liderazgos frescos que traten de hacer las cosas de forma distinta. Hoy la Nicaragua de Daniel Ortega y Rosario Murillo estalló finalmente, veremos con qué consecuencias. La gente no aguanta. No sólo los ricos, o los que se apoyan en los recursos de los grupos ocultos deben tener la posibilidad de acceder a los puestos públicos. Hemos de darnos la oportunidad de ser gobernados por cuadros que quieran servir.
¿Soy un iluso y un ingenuo? Sin ilusión y esperanza no es posible encontrar una tregua en el conflicto social.
La actividad política está inmersa en intereses, y en todo el mundo la gobernabilidad es complicada, pero los poderes deben entender que todo tiene un límite, y deben generar válvulas de escape inteligentes, permitiendo la creación y consolidación de cuadros y estructuras partidarias locales que respondan a las preocupaciones reales de los ciudadanos. Sólo así superaremos el asistencialismo.